LA PREGUNTA DEL MILLÓN
por José Ignacio Restrepo
Alejandra entra al cuarto para mirar como me visto, igual que hace todos los días desde que regresé del último trabajo. De eso hace ocho meses, nueve si sumamos el mes transcurrido en el hospital y la clínica de recuperación. Durante los días en Beirut hablamos tres o cuatro veces por skipe, y siempre elegía mañanas o tardes soleadas para comunicarme, por eso siempre tuvo la impresión de que yo pasaba un corto período de vacaciones lejos de Sara y ella, y que cuando volviera le platicaría sobre mi aventura, le mostraría fotos y le prometería volver allí con ella. Pero no he hemos podido conversar a pesar de que siempre está rondándome. Ale no quiere hablar, solo mira mi pierna ausente, hace mutis con su cara y se va a su cuarto a llorar en silencio, como solo ella sabe hacer, mojando la almohada mientras se tapa el rostro con ella.
El médico ha dicho que elabora un duelo. Ella y yo salíamos a correr, a elevar cometas, a caminar, y mi pierna hacía parte de su universo imperioso, el de los deseos, el de los dolores, el de los sueños honrosos. También lo era para mi, a decir verdad, solo que al momento siguiente de la explosión supe que saldría de allí y que todo cobraría vida de nuevo si lograba hacerlo, incluso el lugar de mi pierna vacía. Ahora mismo me coloco la prótesis de última generación y acabo de vestirme para ir a la Agencia, y mirar qué es lo último que ha pasado, para orientar el tema de mi siguiente nota. Sobre Alejandra, habrá que esperarla; ella saldrá por si misma de ese lugar silencioso donde está ahora, seguramente poniendo sus quejas de presente ante sus amigos imaginarios, que no podrán contestarle mucho, pues yo tengo todas las respuestas que necesita. Ya llegará.
Tomo la vía al centro que es la que me lleva más rápido. Desde el timón programo un poco de música, solo son ocho minutos hasta el parqueadero y dos para subir hasta el piso y mi escritorio. En eso creo oír un agudo pitido, y percibo a mi derecha como se parte el vidrio del auto. Luego no sé más, el auto mismo sale despedido de la vida, como si fuera un pequeño trompo que ha perdido su centro de giro.
***
Unos deditos tocando mis ojos, que solo pueden significar una cosa. Estoy vivo. Abro los ojos con dificultad y la luz me hiere maravillosamente. Ale está sentada frente a mi. Una enfermera levanta el espaldar de la cama para que yo pueda hablar con ella, y luego me avisa con sus manos que solo serán diez minutos. Después vendrá para asearme y mudar las vendas. Alejandra está ahí, callada, con dos inmensas lágrimas colgadas de los ojos, negándose a rodar. Yo alargo mi mano para retirarlas, pero ella se las quita en un acto de reverencial independencia. Mueve la boca, va ha hablar, no importa que me haya pasado esto, si sale de ese mutismo todo habrá valido la pena.
- No me importa si te conviertes en un jardinero o si tienes que barrer las calles para poner el alimento sobre la mesa. No quiero que hagas más esto, ¿no te das cuenta? Les estás haciendo el juego, mientras tú soplas más crece su fuego, con cada cadáver que muestran tus fotos ellos ponen diez armas en manos de soldaditos iguales a mi, que luego la heredarán a sus hermanos más pequeños...No quiero que hagas más esto, hay muchas razones pero esa es la principal. Es mi deseo y debes respetarlo, o no te volveré a hablar ni a mirarte siquiera mientras viva.
Por fin había hablado, era un milagro. Bueno, todo con ella es así, difícil, creo que es hereditario. Me miré. Allí estaba mi pierna sobrante y el resto de mi, esperando a ver que le respondía a Alejandra mi hija...
- ¿Acaso no sabes que esa guerra que cubres tiene dueños? ¿Qué el que paga tu sueldo, el propietario de tu famosa revista, es uno de ellos?
Sus diez años largos ya le dejaban entender el mundo. Había contestado una de las preguntas del millón.
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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....esta história familiar puede ser apenas un cuento o una saga....me inclino más para la saga,,,,,encuentramos-lhe meandros que hacen que nos pongamos a piensar.....tan importante o más do que la presencia de los intervenientes o os factos, és lo papel que la propria ausencia desempenha na tua história....ese intervalo entreo espacio vivido y lo de la tuya imaginacion, me hace colocar la cuestion: lo que separa la realidade de la ficcion? y vice, versa? me parece que és exactamente ahy que reside lo encantamento de lo que escribes....he amado, mi Niño....<3
ResponderEliminarLa realidad encantada, esa que nos habla al oído como una hermana mayor con tono serio y medida calma, pues pareciera que siempre tiene la razón...Musa diáfana de diadema hermosa, cuyos vestigios perpétuos llevamos los escritores fecundos en nuestro temas...No hay límite entre ambas María, solo puentes y nosotros, mirando como se pasan la pelota una vez, otra vez, hasta que salta rebotando a nuestra casa...Gracias por tu comentario amiga hermosa!
EliminarAdoro tus relatos, tus cuentos. Los siento mas impersonales. Como si te dieses permiso para otras fantasías. Otras vidas. La profundidad de la mirada de la niña, que da la respuesta. Que abre preguntas nuevas. Tiempo de poner todo en su lugar. Como los niños saben. Como los adultos debiera resolver. Te abrazo amigo.
ResponderEliminarSepa usted querida Violeta, que yo también adoro el paso de sus ojos y su alma por mis líneas más extensas, en donde brota lo mejor que tengo -el esfuerzo por hacerme entender y no solo el hacer que otros sientan, que es tan importante para mi- ...Te rodeo con mi abrazo, hoy jueves, en medio de un frío que anhela mañanas de sol...
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