viernes, 19 de febrero de 2016

Y SEGUIR CON LOS CANTOS.../ Un texto corto de José Ignacio Restrepo

UNA TONADA DE ARRANQUE


Y cantarle al dolor con letra y melodía sin autor, una tonada propia que suene sin embargo tan añeja como sangre sobre punta de lanza, como trampa que guarda ya el sustento de unos hijos que simplemente aguardan a que el padre recolector vaya y extraiga, sin gritos, sin más sangre que la exclusivamente necesaria, ese ratón de desierto, ese perro de monte, ese cerdo que vagaba solitario cuando perdió la batalla...Que no sea una culebra de cabeza doble, un erizo orinado por su miedo o un gato que huía de un humano; eso no puede comerse ni con hambre, eso hay que devolvérselo al desierto mientras volvemos otra vez a persignarnos, esta vez con la mano cambiada para dar noticia nueva a la sorda suerte que nos hiere...

Cantarle al dolor una tonada de arranque mientras nos despedimos de amigos y enemigos, en ese bar a donde vamos a contar las cosas que nos pasan a diario...o esas que nos pasaron hace tiempo pero siguen llegando a visitar nuestro presente incipiente. Pedir a los demás que nos acompañen y que, duro con sus voces sigan nuestra rima y nuestro tono, que es muy necesario establecer ese lazo ponderado con todo lo que agrede el deseo por lo bueno y por lo justo...

Se ha vuelto ya manía para el dueño del tiempo y lo demás, castigarnos a todos por lo que hicieron mal padres y abuelos, y aquellos con los que no había lazos de sangre, que se fueron de aquí sin cantarse una copla para que supiera el dolor que no es el dueño...Que somos nosotros los imbatibles, los tiernos herederos de esta pingüe victoria adolorida que clama entre risas y entre llantos, por haber llegado tarde y a escondidas a vivir con nosotros y los otros, sin que el miedo nos llene y nos habite...

Cantar al dolor, suave, entre los dientes. Silbar cuando no lleguen con su letra a la boca esos nuevos y perdidos versos libres. Por todo lo perdido, por lo no llegado, por lo pagado a plazos y nunca reclamado...por permanecer, por ansiar, por no poder ordeñar cada segundo de este tiempo que parece una operación a pecho abierto...

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martes, 16 de febrero de 2016

GUIRNALDAS QUE TE CUELGAN HOY DEL TALLE... / Un cuento breve de José Ignacio Restrepo

EL CANTAOR DE PANES



No lo veía venir por esa acera gris desde hacía dos mañanas, y la verdad era que ya había comenzado a preocuparse. No porque tuviera que hacerlo. A él no la unía sino el maldito compadrazgo de su inconfeso deseo. Pero, él era muy cumplido, su labor había adquirido reconocimiento por la calidad de su producto y también por el respeto al cliente, lo que en esta pequeña escala de comercio barrial y de historias incompletas traducía en que pasaba por aquí día por medio con sus pandebonos de dicha recién hechos, aun calientes...Se podían saborear sus manos, sobre la harina bendita no hacía media hora.

Miguel era su nombre. A ella desde la infancia le encantaban los nombres bíblicos pero sobre todo aquellos que correspondían a arcángeles y figuras no humanas, claro, algunos también le daban miedo. Sus facciones vagamente italianas le producían un calor en la piel que se aguantaba. Pero ella sabía que él distinguía de esas cosas y había preferido traerlo hasta acá sin revelarle ese todo suyo de la historia, dejando que fuera el deseo de él, su paso formal gritando ¡pandebonos! unas cuantas casas antes, ese detalle que le probara que no eran sus monedas las que hacían que cantara su producto una y otra vez, cada semana.

Dos años y hoy faltaba su voz varonil, que lanzada como piedra de honda llenaba sin esfuerzo toda la cuadra. Dónde andará Miguel se preguntaba, pero su pregunta era más bien, ¿se habrá cansado de venir por acá?, ¿ya no querrá intercambiar cosas un rato? O acaso habrá descubierto una ruta mejor, es tan grande esta ciudad y crece cada día tanto...

Desde el martes penaba y es pena sincera ya no la dejaba ni hacer las cosas diarias. Lavar fue un castigo aún mayor que hacer la comida, pero hizo ambas cosas rápido pues ya sabía que su alma había contraído un mal eterno y el único remedio era saber de ese hombre. Se calzó sus zapatos tenis porque estaba decidida a caminar más calles de las que normalmente medía con sus patas flacas, pues el delirio que había descubierto no se iba a calmar sino con encontrarlo. averiguar por lo menos que él estaba bien, que no le había pasado algo malo, irremediable.

Pasó antes por la iglesia para persignarse frente al Altísimo, y después subió algunas cuadras. En el Vergel torció para llegar a la cima del estadio, pues él le había dicho alguna vez que siempre había imaginado poner un puesto allí, bajo los rododendros floridos en mitad de estación. Dio una vuelta y después otra, por si las moscas, pero Miguel no tenía por allí puesto alguno. Es éso vio a una chica que corría enfundada en un vestido de colegio y dejó ir la vista por unos instantes, pues era como descansar el alma de tanto pensamiento malo que había estado soportando. La niña seguro se llamaba Esperanza pues corría como si ignorara todos los males del mundo.

Ya se iba de allí con la mirada ciertamente refrescada cuando sintió ese aroma en el aire...

- No me confesarás que venían en mi busca, pero al menos te habrán hecho falta mis pandebonos calientes...Hola Alicia, ¿supiste que estuve muy enfermo?

Y entonces la sonrisa que se había marchado hacía días de su rostro, volvió...sintió que la voz de Miguel y ese aroma a pan fresco le estaban colgando guirnaldas en el alma...

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