martes, 24 de noviembre de 2015

DIARIOS DE CURACIONES / Un relato corto

EL DOCTOR SIN ALAS
por José Ignacio Restrepo


A veces solo aterrizaban mientras hacía su caminata matutina, caían justo a sus pies con la absoluta necesidad de ser salvadas, con todo ese plástico enredado en sus alas quebrando sus magnificas plumas, dueñas herederas de estos cielos de mares grises. Y entonces él podía salvarlas, desenredar ese fatal producto humano con mucho cuidado, hasta lograr devolverles su don que parecía haber terminado allí. 

Se sentía en esos momentos como un ser ubicuo, uno de esos especímenes hermosos, perfectos, que ya no ignoran porqué están aquí. Veía lágrimas en esos ojos sin habla mientras graznaban, y sentía las suyas rodar irremediablemente por su rostro, pidiendo perdón por este mundo loco y sus insensibles habitantes que han poblado el paraíso con basura.

Sin embargo, son muchas las jornadas en que solo recupera cadáveres, cuerpos desgajados que acaso se rindieron en esa playa tras noches de larga brega. Los levanta con respeto, los pone en su bolsa y luego los lleva hasta una colina que hace de cementerio. Allí los entierra, dejando en cada montículo una marca en sánscrito y la fecha de arribo a ese lugar. El cerro está lleno, tal parece que hubieran averiguado que él existe y llegaran allí buscando este último gesto de resarcimiento, hecho por un simple escritor que también llegó aquí buscando algo de calor.

Un mundo que humilla, un lugar descabellado que ofende lo que debiera respetar. Gran pesar que crece. El alma llena se levanta a buscar algo de alimento y lo encuentra cuando escucha esos dolorosos graznidos que parecen urgirlo para que llegue en su ayuda. Toma la bolsa que tiene preparados las tenazas y el linimento, unas gasas y esparadrapo por si el ave trae alguna herida expuesta, y su infaltable gorra de salvador que es de color blanco con una crucesita roja tejida en un lado. Luego corre hasta la playa y alcanza al animal para lanzar su red invisible, pues en la brega por zafarse puede hacerse más daño aun. Cuando ya está quieto comienza su trabajo para liberarlo de esas trampas mezquinas.

Al rato ve sueltas las alas de pelícanos, gaviotas, martines pescadores, picotijeras, somormujos que han caído allí mientras llegaron de vacaciones. Ha debido sentarse a estudiar sobre el asunto para poder brindar mejores servicios a estos hermanos alados, que conocen lugares nunca por él visitados y a los que desde niño ha respetado y amado.

Ahora escribe de nuevo, pero el tema ha cambiado. Sus personajes ya no están adoloridos sino que tienen dotes y brindan favores, se parecen a los pájaros que salva, acaso porque ha descubierto que con cada uno que devuelve vivo al cielo del mar una parte de él despierta nuevamente.

Partes muertas y revividas adentro suyo que se levantan en vuelo, mientras mira las lágrimas de gratitud brotando, en aquellos confiados cuerpos emplumados que se quedan quietos para que él pueda cortar el plástico enredado que les impide volar...cómo me llamarán, ya deben haberme puesto nombre, doctor sin alas o algo...deben saber que estoy para servirles, si no no llegarían tantos...

Crueles tiempos de guerra...Algo pierde el hombre cuando deja de mirar las estrellas, cuando no ve que hay hermanos en el cielo y en la tierra. Mundo de almas perdidas que en este cruel destierro ignoran que llegaron desde arriba...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO 
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4 comentarios:

  1. Un bello canto a la vida... Doctor honoris causa, eres tú

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    1. Bella caricia...Tengan tus alas fuerte y largo vuelo...Abrazos Isabel.

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  2. Que bellas letras, canto a la vida, a la naturaleza, precioso querido poeta.

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