lunes, 7 de diciembre de 2015

NOSTALGIAS / Texto corto por José Ignacio Restrepo


DICIEMBRE LENTO


A veces, solo queda confundirse entre la pena y ese favor carnal que tiene forma de sábana mojada. Confundido, estado mental cercano a la pregunta inquieta que pisa suelo formal y no trae mas que silencio, ni una fraterna querella, y menos el comienzo de una nueva disputa...Empieza la semana, el olor a pólvora llega desde hemisferios lejanos, lugares relegados al comercio de lo humano, al dolor investido de ausencias, al estrago de no tener quién pregunte cómo acabar con ésto, cómo convertir el grito de dolor en alegría....bastaría que muchos lo quisiéramos a igual tiempo y rehiciéramos dentro de nosotros la palabra gigante...Humanidad...

Mientras las luces titilan, encaramados adioses gritan dolores mutuos que se cuelgan de los dinteles y rincones del cielo raso, como manchas de orín aventajado que solo viera hoy cuando sé que han existido desde siempre. No soy distinto de los otros. Optamos por renacernos en los recuerdos, esos color ocre u oliva pálido, les ponemos música de Shubert o de Lizt, y ambientamos además todo éso con el sonido inconforme de goznes que chirrean, un adiós repetido, el daño en el laptop de una tecla, la tilde, que no dejará que escribamos un minuto más sin vigilar durante un ratito estos fantasmas, que nos llaman a placer, a gritos...

Ya no hay sombreros frigios anunciando partidas inconclusas, ni avisos de papel con nombre propio celebrando durante días esas tibias llegadas suspendidas en ventanas abiertas a medias. Hay, eso sí, rasgos largos, rojos, de sangre en las aceras, hechos en el clamor incólume de la pugna que no pareciera de  dos sino de una multitud de hombres dolientes. Y estos días de diciembre sabemos  que ha habido ayer disputas cortas, y duelos, y muerte sin regreso...

Éramos tan observadores y ahora solamente legislamos de afuera para adentro. En tanto agotamos las ansias sin nombre de que pase todo ésto mientras tomamos un café de recuerdos y abolidos estatutos, nos confesamos muchas veces en el día y quisiéramos - estoy cierto de éso - un amigo noble con quien releer viejas cartas, uno que ande sin temor el mismo rumbo de nuestros pensamientos, que tome el mismo licor que nuestra boca y lo libe con prudencia. Que además traiga escrita vivamente su poesía entre el alma, tanta, que pueda en nuestra compañía tirarla para arriba y verla vivirse a placer...

Volver...

Hay un tango que mide lo que ha perdido de amor el mundo, hecho de acariciados ecos, colgados de un universo paralelo cuya entrada pocos conocen, que pide sentimientos a cada persona que lo escucha independiente del momento y del sitio en que éso ocurra. Igual que esa mirada con la que cualquiera nombra lo que ama o esos libros que esperan abiertos a que regrese su dueño...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO 
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