jueves, 5 de marzo de 2015

LO POSTERIOR DE LO QUE NO EXISTE / Un cuento de José Ignacio Restrepo


EL HILO INVISIBLE


Cada tercer día baja por la calle de los Libertadores, cruza la plaza y se asoma hasta el Muro de los Héroes para ver esa placa de mármol con su apellido y el de su difunta esposa luego del nombre de su hijo, en el doceavo renglón tallado a pulso que dice que doce que se fueron de aquí a luchar por quejas de otros murieron en medio del bramido inacabable de las balas.

Nunca trajeron su cadáver. Probablemente porque explotó ante cargas inmensas de metralla o porque quedó atrapado entre un muro y la cadena de un tanque. O porque recibió un bombazo de un avión que no podía verlo pero que sabía que estaba por ahí. O por la salva infame de un mortero que solo busca algo que se oponga para llenarlo de huecos. Doce se marcharon, ninguno regresó con vida. Es la evidente prueba de que la guerra es un laberinto donde solo van los que no tienen otro camino que andar, ante todo porque su destino puede ser allanado por otros, hombres con poder que no tienen respeto por los demás y no les importa nada ver sus vidas o sus muertes llenas de infortunio.

Camina después por la calle Mayor, descubriendo que no han cambiado mucho las edificaciones que moran aún en sus recuerdos. Eso sí, los letreros son distintos y también los negocios, seguramente porque han pasado de padres a hijos y de estos a gente diversa, de esa que ha llegado acá después de la guerra atraída por las propiedades en buen estado a un precio favorable. También por el mar, ese lugar que aman los poetas.

Llega. Abre al público la sastrería que siempre ha tenido y tuvo antes de él su padre. Siempre le ha gustado el nombre. El Hilo Invisible. Nunca supo bien porque su padre la llamó de ese modo y ha sido motivo de elucubraciones y de conversaciones con clientes muchas veces. Incluso inspiró alguna vez una crónica en el mentidero del pueblo, que de seguro pocos alcanzaron a leer. El Hilo Invisible es aquel que todo buen satre usa para llevar a cabo su trabajo. No puede ser visto por quien lo ordenó y es la muestra de que el sastre cose de una manera tal que nunca tendrá que removerlo.

En la soledad casi permanente de la sastrería, mantiene además de ésta, otros cientos de elucubraciones sobre temas de todo tipo, que permanecen abiertas para ser visitadas en cualquier momento o ante diversos estímulos, tan variados e inexplicables como aquellos que suscita el paso de los recuerdos a cualquier hora, frente a la puerta abierta de su negocio sobrevivido.

Se prepara un café con dos cucharadas de azúcar. Mientras lo bebe, sabiendo que es el primero de los cuatro que se permite tomar a lo largo del día, elabora otra vez esa especie de oración que su cerebro traslada a la conciencia, para que Dios venga a asomarse allí y confirme que él le sigue dando las gracias por un día más de vida, pese a la lepra de las horas que, en su trámite indomeñable, le ha ido quitando más que dando.

Terminado el café se asoma al cajón de lo que tiene que terminar. No hay nada, ningún encargo con pedido urgente, señal de que este negocio suyo está cayendo poco a poco en el olvido. Ya no será El Hilo Invisible. Será El Hilo Olvidado...no es un buen nombre para una sastrería. Esos hilos que se quedan por ahí afeando el traje y obligando a cualquier cercano a pedir diculpas por el gesto, y apartarlo rapidamente del traje, no suman nada. Menos esos hilos olvidados, que sabemos que están en alguna parte, en alguno de los cajones, pero no podemos encontrar, y justo hoy, María Santísima, son urgentemente necesarios.

Elucubremos, a solas incluso, y en mitad del vacío laberinto de las horas, pero hagámoslo por una nota menos pueril e innecesaria que esta banalidad. ¿Y cuál tema de estos que aún posee tiene el ribete de importante? ¿Cuál? No tiene realmente que preguntar...

Samuel tendría entonces 34 años, si la guerra lo hubiera dejado sumar sus días con sus horas, a la simple manera que lo hacen kurdos, ladrones y cristianos. Y obviamente todos los demás. Tanta gentuza logra completar ese tiempo, sin siquiera recibir un rasguño en el cuero. No puede entender cómo no pudo oponerse a que se lo llevaran, a que mataran su única semilla como si fuera un pobre cervatillo que no tiene otro oficio que andar la encrucijada que le pusieron otros. Ese pecado ha venido cargándolo desde su muerte, y cada día le pesa más. Tanto, que cuando entra timidamente en los pasillos donde está guardado, esperándolo, el sagrado nombre de su hijo, no suena el eco de una bala, ni está pintada la palabra destierro y mucho menos cualquiera de las acepciones de la palabra olvido. Solo hay flores por todas partes, respeto ante sus fotos replicadas exactamente de las que están aún en pasillos y alcobas de la casa. Entre los vericuetos de sus inflamados escrutinios, se encuentra a cada rato con un Samuel niño, púber, adolecente. A veces lo ha visto vistiéndose frente al espejo, tiene una barba rojiza y el cabello casi al rapé. Sonríe, como si se acicalara para ir a cumplir una cita. ¿Cómo será ella, Dios mío? Ha de ser de una clasica belleza, con ojos ni claros ni oscuros, pero profundos como aquellos de su madre, que solía mirar sin ninguna dificultad en los pozos que nunca llenamos entre la hierba crecida y desigual, que rodea los muros del alma.

JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©

2 comentarios:

  1. "ver en todas las direcciones ....sobretodo hacia dentro""
    "Lo Posterior de lo que no existe"
    "El Hilo Invisible"

    ....empiezo por estas trés frases.....como ellas se enlazan unas en las otras con una fuerza impresionante......como vivo? para que vivo? soy ese hilo invisible que no és para se olvidar pero que acaba sendo olvidado o depreciado que és casi lo mismo.....
    Bueno la história vale cinquenta por cento por la própria história y otros cincuanta por cento por las subtis y ricas metáforas que lles atribues....lo que se queda patente en este escrito és tanto de todo que se puede construir várias unidades a assimilar, a reflexionar, a re(vivir).....para mi este escrito me hace acuerdar una pieza de Tchecov que en tiempos he visto , pero que no fuera la cenografia no tendria sido superada lo suyo sentido de perspectva, osadia y sensiblidad....seguro que quien hay asistido no va olvidar la riqueza de la pieza.....
    ...las trés frases con que inicio lo que pienso deste escrito será como la tal cenografia da pieza de Tchecov.....
    ....tendria mucho más a decir pero voy a leer más una vez lo tuyo Escrito.....Que emocion,,,,,,me has traedo a lo pensamiento mi Hijo !!!! un beso muy grato; José Ignácio

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    1. Un beso para ti, querida vecina de mi alma Maria Castilho...Tanti grazie por acercarte a beber y calmar tu sed con el agua mía...

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