domingo, 22 de junio de 2014

ESOS BELLOS FANTASMAS...


TRISTE VOZ DE LA BELLA AUSENTE

Por José Ignacio Restrepo



Es al abrir su armario que de nuevo todo comienza. No hay una foto suya, ni una prenda, o un perfume que la traiga de vuelta, a mi pesar. Y sin embargo, al colocar el batiente abierto a un lado, para sacar algo mío que sin duda necesito, el fantasma de su ser se mistifica, y brotan sus mensajes, su elegido aroma, y algo más que ahora quiero referirles, los inmensos decálogos abiertos de su bella liturgia, declamados a viva voz en este cuarto, con solo yo como testigo infame, y este frío lugar donde habito con mis cosas que la extrañan.
Son siete meses. Doscientos doce días, con sus noches. Después de descubrir ese milagro, mi sueño no es el mismo, y mucho menos mis vigilias, que apeas suceden de forma normal, como ocurrían cuando ella era mi mujer, mi bruja única y favorita, de mi amor esclava. Era entonces un hombre natural, que vivía con una mujer tan corriente para los demás como mágica para mí. Rebeca era la tilde inmensa de mi oficio terreno de vivir, sacaba terrones de su cielo inmenso y me los compartía, de una manera que día y noche agradecía, pues hacía de mi alma solitaria hasta encontrarla, una angélica ubicación de sus fantásticas cuitas y acciones.
Hoy soy… ¿Qué soy? El edecán de sus inmersiones inesperadas, el escucha inseguro de todo lo que tenga por decir, el guardador de sus ecos y ordenador de sus fogosos sin sentidos. Ay, temo perder la razón entre tanto, y no poder dejar un testimonio de esta gesta que no aprobé y mucho menos causé, pero que por su onírica elocuencia debe ser referida,  para todos los que van por esta vida descreídos, inconmovibles ante la adoración que puede hacer perder a un muerto el deseo de su merecido descanso, para optar por permanecer en un frío closet, esperando a que el amado o la amada, lo abra diariamente, para brotar escarnecidamente renovado, y compartir a la fuerza, el zumo de lo ya vivido, dentro de una vestimenta extraña de emparejamiento no consentido, pero obligadamente estatuido por una sola de las partes, la que ya no está, la que se ha ido pero permanece en sus voces y sus ecos, absolutamente viva.
Ahora mismo tengo el abierto escaparate, y todavía espero que su voz me bañe, con el tema que hoy tengo como válido. A veces, sin embargo, dejo la puerta abierta y no me dispensa con su voz. Se queda ahí callada, sin respeto por mi espera silenciosa, por ese tiempo que le entrego de manera desesperada, mientras estoy seguro que me observa reviviendo la vida pasada, esperando que su voz me reviva. Como si realmente el muerto fuera yo y no ella.
Es una posición infame, que no puedo contarle a nadie, solo a usted, que por ventura ha mirado lo que escribí, como un sincero contrato que nos une, carente de cinismo, hijo de la verdad de amar, sin saber que la eternidad nombrada por los poetas, que vive y reina en ese absoluto sentimiento, es verdad…
Me levanto, debo recuperar algo de mi vida. Voy a cerrar la puerta del armario, y saldré un rato para respirar un poco del aire mañanero, y ver lo que dejó el ayer  de este sitio, que me ha echado al olvido…
- No…no cierres…no te vayas, tú eres mi aire. Eres lo único que tengo
- Ah, por fin hablas…que manera tan sencilla de condenarme. Unas veces eres, otras es solo el silencio y esta habitación mermada, donde hasta los recuerdos se me están transformando en muros que debo rebasar, como si fuera una guerra de olvidos mal fraguados, la vida…Mi vida, porque yo aún estoy vivo, ¿lo sabías?
- Por Dios, no cierres la puerta, es horrible la soledad oscura y este aire donde no me reconozco…Al menos, déjala entornada, sí. Sal un rato, yo te espero…

Rebeca, amor, Rebeca…Cómo negarme a todo lo que pidas…Ya no puedo pelear contigo, como lo hacía en vida. Y realmente, eres lo único que tengo.
Entorno la puerta del armario, después de sacar una chaqueta, pues ese sol oculto ha logrado persuadir a las nubes de la mañana, que ya es tarde, que no está lejana la noche. Y ese viento, logrará acabar por convencerlas, de que suelten el agua que les sobra. Ya vivimos entre ecos, ese cielo y yo, sin una hora clara con que guiar dentro de nosotros esta caótica charla, que se fuga del cuarto, para seguirme a dónde vaya.
- Hasta luego, Rebeca, no demoro.
Solo silencio…Seguro se ha dormido. Con lo pequeño que es ese armario…

JOSÉ IGNACIO RESTREPO 
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2 comentarios:

  1. Enmudecida ante los silencios que esconden los armarios de nuestro propio ser.. escondemos tanto que a veces desconocemos nuestras propias realidades.. magnífico trabajo...

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    1. Estos pasillos son tuyos Katia, bienvenida siempre a mi narrativa...un abrazo!!

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